«Estava por cuenta de un artífice la fábrica y la costa del arco del puente, y como el que más sabe en cualquier arte este a peligro de errar en él, acaeció que habiendo hecho las cimbrias sobre que fundar el arco, y sobre el agua, habiéndose edificado pilares, y lo más del arco, al juntar la clave, se reconoció haberse hecho las cimbrias mal medidas, y mal ajustadas; con que era forzoso que acabado el edificio viniese en ruina cuando las cimbrias se quitasen».
Así comienza el relato que Eugenio de Narbona en 1624 realizó acerca de una de las más conocidas leyendas de Toledo, «la mujer del alarife», y que se refiere a las obras de reconstrucción del Puente de San Martín de Toledo en 1390, lugar en el que actualmente tenemos el privilegio de exponer obras de nuestros artesanos y que ha motivado la ejecución de esta serie de pequeños artículos acerca de los orígenes e historia del puente. Y no es mi intención dejar al lector sin conocer el resto de la citada leyenda, pero antes, debemos remontarnos unos años atrás y conocer los aspectos que motivaron la construcción del puente.
Historiadores y arqueólogos sólo se han puesto de acuerdo para afirmar que se construyeron tres puentes (Alcántara, San Martín y Baño de la Cava) y un acueducto. Las teorías acerca de la construcción del puente de Alcántara se dividen entre sus posibles orígenes romanos o andalusíes, estos últimos también pareció tener el ligero puente de barcas de la Cava.
Algo más claros están los orígenes del puente que nos ocupa, y ya en 1301 tenemos constancia de que se estaba llevando a cabo su construcción. Un privilegio concedido por Fernando IV a Toledo prohibía que se trajese vino de la localidad de Yepes a la ciudad para proteger a los productores locales, la sanción de 10 maravedís impuesta a quien lo incumpliese se destinaría en su mitad a las obras de la Catedral y en la otra mitad a la construcción del puente de San Martín.
Una vez alejado el peligro almohade a finales del siglo XIII, que unido al paso del ganado de la mesta y la necesidad de comunicación con los Montes de Toledo, permitió afrontar esta obra de ingeniería, además, el gran Julio Porres afirmaba que en ese momento los conocimientos técnicos necesarios están presentes en la ciudad, debido a la realización de las obras de la Catedral desde 1226.
Rápidamente, el Puente se convierte en un punto estratégico-militar clave dentro de la defensa de la ciudad en medio de una inestable situación política, debida al conflicto entre los partidarios de Pedro I «El Cruel» (o «El justiciero» para el pueblo) y los partidarios de su hermanastro Enrique de Trastámara. En 1368, durante un intento de toma de la ciudad por parte de Enrique de Trastámara, los partidarios de Pedro se concentraron en la defensa del puente, en aquellos días sólo existía el Torreón exterior llamado la Torre del Campo, y al ver que esta estaba sitiada y socavada decidieron quitar las piedras de la clave del arco central y derruirlo para asegurar la defensa de la ciudad por ese lado.
Ya en 1376, nombrado Arzobispo de Toledo, Pedro Tenorio acometió la reconstrucción del arco central del Puente de San Martín que se culmina con una clave de piedra caliza en la que se encuentra tallada una escultura de un personaje sentado con traje talar y mitra, creyéndose que dicha imagen corresponde a San Martín de Tours, aunque hay quienes defienden que se trata del propio Arzobispo.
Y es en este momento, cuando podemos recuperar el resto de la leyenda, ya que es en esta reconstrucción encargada por el Arzobispo Pedro Tenorio dónde el citado alarife erró en sus cálculos, enterándose su mujer, que por evitar la ruina de su marido, decidió en una noche lluviosa prender fuego a las cimbras del puente para que el derribo se achacase a un accidente y no a la incompetencia de su esposo. En un primer momento parecía que las llamas no prenderían, pero finalmente abandonó el puente envuelto en llamas. Momentos después, se produjo un estruendoso ruido que los toledanos achacaron a la tormenta, y así, nadie supo lo ocurrido hasta el día siguiente. El objetivo estaba cumplido, pero la mala conciencia de la mujer le obligó a pedir audiencia con el Arzobispo y confesar lo sucedido, quien no sólo guardo el secreto, sino que además premió el valor mostrado por la mujer al confesar su acto, mandando crear una talla que según la leyenda aún hoy permanece en el puente.
FRC