los celtíberos y la extraordinaria fuerza de sus espadas.

Señores de la edad de hierro europea, tenían sacerdotes llamados druidas, y eran considerados cazadores de cabezas y excelentes herreros. Los celtas y su presencia en la Iberia prerromana.

Extendiéndose desde Irlanda y Galicia en Occidente, hasta la lejana Galacia, en la actual Turquía por Oriente, y desde Escocia hasta Andalucía, procedian de la actual Europa Central (Norte de los Alpes), aunque muy probablemente, y como todos los indoeuropeos, debieron emigrar desde las estepas euroasiáticas.

Eran sociedades tribales, guerreros por naturaleza y con profundos arraigos religiosos. Lucharon entre sí, tanto aliadas con griegos, romanos u otros pueblos contra otras tribus celtas o unidas contra Roma, su conquistador.

Espada Celta de Antenas. Los celtas y celtiberos. Espadas de Toledo.

A los celtas se les atribuye el hecho de ser cazadores de cabezas, algo que parece ser cierto, ya que en Ribemont (Francia) se hayan los restos de una batalla datada hacia el 200 a.c. entre los Armoricanos, tribu de la bretaña francesa, y los Ambiens, de la actual Bélgica. Encontrados cientos de guerreros muertos, y desenterrados miles de huesos, ni un solo de ellos fue cráneo, faltan las cabezas. De igual forma, se descubren vértebras con marcas producidas por cortes de cuchillo, que unido a la ausencia de cráneos, confirmarían la teoría de las decapitaciones célticas. Roma registró estas costumbres como bárbaras, pero el contexto en el que se realizaban nos invita más a pensar en que eran actos con un alto contenido religioso, ya que los celtas concedían un gran valor espiritual a la cabeza.

Si bien no hay constancia escrita, salvo por el legado romano a través de textos de diversos autores, entre los que figura el propio Julio Cesar, actualmente se acepta atribuir a los druidas celtas la realización de sacrificios humanos y animales, y gracias a Plinio el Viejo, también sabemos de la importancia que los druidas otorgaban al muérdago y al roble.

“No tienen nada más sagrado los druidas que el muérdago y el

árbol en el que crece, especialmente si se trata de un roble.

Escogen un árbol en el bosque de robles y cortan con una oz de

oro el muérdago, y no practican ninguna ceremonia sagrada sin

usar sus ramas. Ellos consideran que todo lo que crece en las

ramas del árbol ha sido enviado por los dioses, e indica que el

árbol ha sido elegido por ellos.”

Plinio «el Viejo»

Espada Celta de Antenas. Los celtas y celtiberos. Espadas de Toledo.

La península que los fenicios llamaron Ispan, los griegos Iberia o los romanos Hispania, pudo llegar a albergar hasta más de un centenar de tribus distintas. Griegos y romanos denominaban celtíberos a los Celtas de iberia que ocupaban las altas tierras de la Meseta Oriental y la margen derecha del valle medio del Ebro, englobando la actual provincia de Soria, parte de Guadalajara y Cuenca, el sector oriental de Segovia, el sur de Burgos y La Rioja y el occidente de Zaragoza y Teruel, llegando incluso a la zona noroccidental de Valencia. Esta amplia zona entre los valles de los ríos Duero y Tajo, estuvo poblada desde el oeste por los lusitanos y hasta el este por los lusones, teniendo en medio a vettones, vacceos, arévacos, belos, titos, carpetanos, berones o pelendones.

Espada Celta de Antenas. Los celtas y celtiberos. Espadas de Toledo.

Es evidente que la Cultura Celta, en contacto con el mundo ibérico, asimiló elementos mediterráneos, que se manifiestan, por ejemplo, en su armamento, pues junto a espadas de antenas y de La Tène (que trataremos en posteriores publicaciones) se usan armas mediterráneas, como escudos redondos, discos-coraza o espadas “de frontón”.

Y una vez más, debemos recurrir a escritores romanos para rescatar, en este caso de las palabras de Diodoro, está curiosa técnica de elaboración practicada por los Celtíberos que según su autor justificaría la extraordinaria dureza de las espadas celtíberas.

«Los Celtíberos Tienen un modo peculiar de preparar las armas

que utilizan para su defensa. Entierran láminas de hierro y las

dejan hasta que, con el tiempo, la parte débil del hierro,

consumida por la herrumbre, se separa de la parte más dura,

de ésta hacen espadas excelentes y los demás objetos

concernientes a la guerra. Las armas así fabricadas cortan todo

lo que se les pone: ni escudo, ni casco, ni hueso resisten a su

golpe, por la extraordinaria dureza de su hierro…”

Diodoro

 

 

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